Existen vivencias en nuestra infancia que nos pueden acompañar durante toda nuestra vida, de forma consciente e inconsciente. Estas heridas, pueden definir nuestra personalidad, nuestro carácter o bien pueden determinar la forma en que nos desenvolvemos en nuestro día a día.
Hasta los siete u ocho años de edad, el cerebro de un niñ@ vive un proceso llamado neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para aprender y crear redes neuronales. Básicamente los niñ@s son como esponjitas, y tienen la capacidad de aprender y absorber acerca de lo que experimenta en su entorno. Por lo tanto, si los niñ@s reciben estímulos negativos reiteradamente, se irán creando conexiones en su cerebro, que convertirán este estímulo en una forma habitual de comportamiento. De ahí que nuestra infancia sea tan relevante para comprender nuestra vida de adulta.
Las heridas de la infancia corresponden a aquellos episodios negativos que un niñ@ ha podido interpretar como tal, considerando que no cuenta con la madurez emocional necesaria, no puede significar de forma correcta lo que sucede a su alrededor. Esto puede provocar un trauma que nos impide llevar una vida en plenitud hasta el día de hoy.
A continuación te invito a profundizar acerca de las heridas emocionales:
El miedo al abandono
Aquellas personas que experimentaron el abandono durante su infancia consideran la soledad como su mayor enemigo, y a su vez es su mayor dolor. Esta situación los marcó tan profundamente que viven en un estado de alerta, atentos a cualquier indicio de un posible abandono por parte de su familia, pareja, incluso amigos. En muchas ocasiones tomarán ellos la iniciativa de abandonar a los demás por temor a revivir la experiencia y como mecanismo de protección.
Uno de sus miedos más grandes es revivir una separación, esto produce que sus relaciones se caractericen por la inseguridad, miedo y recelo. Suelen crear relaciones con un alto grado de dependencia emocional.
Para trabajar está herida es relevante ocuparse del miedo a la soledad, el temor a ser rechazados y de las barreras que nos puede generar el contacto físico. Debemos considerar siempre, que estamos curando la herida nuestra pequeña niña interior. Debemos abrazarla, cuidarla y crear un espacio donde se sienta segura, donde vaya lentamente obteniendo las herramientas necesarias para que pueda disfrutar sus momentos de soledad.
El miedo al rechazo
Está herida es una de las más significativas y dolorosas, ya que implica el rechazo hacia nuestra existencia. Rechazamos nuestra forma de pensar, de sentir y vivir. Se origina por el rechazo reiterado de nuestros padres, familiares o por nuestros pares a medida que vamos creciendo.Cuando un niñ@ vive en un entorno donde constantemente recibe señales de rechazo, en su interior se empiezan a crear ideas de auto desprecio, ya que considera que su apariencia o personalidad no son suficientes como para encajar o sentirse validado por los demás.
Al recibir tantas señales, piensa que no es digno de amar ni de ser ni de ser amado, interpretando todo lo que le sucede a través de su herida. La mínima crítica le originará sufrimiento y, para compensarlo necesitará el reconocimiento y la aprobación de aquellos que le rodean.
Para trabajar está herida es relevante empezar a valorarse y reconocerse, dejando de lado la crítica interna.
La herida de la humillación
Esta herida se crea cuando en nuestra infancia recibimos desaprobación y críticas por parte de nuestros padres o de nuestro círculo más cercano. Esto afecta directamente la autoestima del niño.
Esto produce que el niño o la niña, vayan formando una personalidad que busque complacer a todos,para sentirse útil y validada. Para las personas que tienen esta herida, es más importante el reconocimiento de terceros que su propia validación.
Aquellos niños que fueron humillados, suelen tener dificultades para expresar lo que sienten. Es común identificar en ellos falta de amor propio, o nula auto confianza. Consideran que no son merecedores de recibir atención, ni satisfacer sus propios deseos o necesidades.
Para sanar esta herida, es importando empezar a soltar esta carga emocional mediante el perdón hacia quienes nos hicieron sentir humillados.
La traición o el miedo a confiar
Esta herida nace por la traición de nuestros padres al no cumplir con sus promesas. Esto puede provocar que los niños se aíslen y sientan desconfianza. Además, aparecen sentimientos de envidia, porque el niño afectado se empieza a comparar con aquellos niños que sí son escuchados, y que si les cumplen sus promesas.
Esta herida emocional provoca una personalidad fuerte, que se destaca por buscar mantener el control de las situaciones, para asegurar la fidelidad y lealtad. Lo que puede provocar agotamiento en el resto.
Esta personalidad herida se puede empezar a sanar cultivando la paciencia, tolerancia y confianza.
La injusticia
La injusticia repercute en una herida emocional, esta se produce porque los padres son inflexibles con sus decisiones, son lejanos y no demuestran afecto. Se caracterizan por ser autoritarios y por no mantener un trato respetuoso con los niñ@s.
Una crianza marcada por esta herida, generará adultos rígidos y frívolos. Sin capacidad de negociación, lo que implica que no estarán dispuestos a escuchar diferentes opiniones.
Es importante que para sanar esta herida, se trabaje la rigidez mental, procurando flexibilidad en nuestros pensamientos y actitudes. Es importante empezar a confiar en las opiniones de los demás.
Hoy te quiero invitar a trabajar tus heridas emocionales e iniciar el camino de sanación de tu niña interior. Recuerda que es posible cambiar nuestras creencias.
Para reflexionar:
¿Crees que es posible sanar nuestras heridas emocionales?¿Cómo lo haces tú para sanar?
Me encantaría leerte y saber acerca de tu experiencia personal.Seguro que tu testimonio puede ayudar alguna almita que está transitando este proceso.
Gracias por llegar hasta acá